Mateo 7:3.
El dedo acusador es una de las armas principales del diablo las cuales usa para destruirnos, recuerda que “el ladrón vino para robar, matar y destruir”, Juan 10:10, pero el Señor declara que “El vino para que tengamos vida y vida en abundancia”.
Acusar es sinónimo de condenar, denunciar, ponerle cargo o culpa a una persona, pero no necesariamente al que acusa o señala se le condena por tal acusación o tal señalamiento. La acusación viene directamente de satanás Apocalipsis 12:10, por lo tanto cuando una persona acusa a otra, está siendo influenciado por el espíritu de acusación, cuyo objetivo es traer destrucción, muerte, enfermedad, sobre la vida del acusado.
En la mayoría de los casos, la acusación viene cargada de mentira, calumnia, odio, rencor, el Apóstol Pablo, escribió: “¿Quién acusará a los escogidos de Dios? Dios es el que justifica. ¿Quién es el que condenará? Cristo es el que murió; más aun, el que también resucitó, el que además está a la diestra de Dios, el que también intercede por nosotros”. Romanos 8:33-34.
El acusador de los hermanos, satanás, el diablo, la serpiente antigua, es el que usa a sus hijos para acusar a los demás, y el que lo hace está bajo la influencia de su padre el diablo, Jesús dijo: “Vosotros sois de vuestro padre el diablo, y los deseos de vuestro padre queréis hacer. El ha sido homicida desde el principio, y no ha permanecido en la verdad, porque no hay verdad en él. Cuando habla mentira, de suyo habla; porque es mentiroso, y padre de mentira”. Juan 8:44.
La Palabra muestra 7 características de las personas que están influenciados bajo este espíritu inmundo, son títeres de este espíritu de acusación:
Las consecuencias de permitir que el espíritu de señalamiento, de acusación y de condenación entre a nuestra vida, casa, hogar, familia y descendencia son destructivas ya que se abre la puerta a la maldición el cual es el resultado de lo que dice nuestra lengua, de lo que hay en nuestro corazón, Jesús declaró: “Lo que contamina al hombre no es lo que entra sino lo que sale”, Mateo 15:17-20.
Hablamos bien (bendición, bien decir) o hablamos mal (maldición, mal decir). La Biblia enseña que la lengua tiene PODER y puede dar vida o muerte con las palabras.