Durante la Primera Guerra Mundial miles de combatientes de ambos bandos padecieron las desgracias de una guerra de trincheras, especialmente entre Francia, Bélgica y Alemania. Allí miles de hombres perdieron sus rostros a causa de las heridas provocadas por los fragmentos lanzados por las explosiones y las esquirlas de las bombas.
En Francia los llamaron «caras rotas» y sus vidas cambiaron para siempre: algunos, no pudiendo soportar las mutilaciones –muchos quedaron sin sus mandíbulas, narices, ojos y otras partes del cráneo– se suicidaron. Sus mujeres e hijos los rechazaron y la sociedad los apartó por el espanto que provocaban sus rostros desfigurados. Otros tuvieron más suerte y pudieron recibir una prótesis, en realidad unas máscaras que simulaban su antiguo rostro. A raíz de esta situación, surgió la moderna cirugía plástica, para reconstruir aquellas caras destrozadas. Para hablar de todo ello, nos visita el psiquiatra José Cabrera.
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