Todos tenemos recuerdos de los que no estamos orgullosos: palabras duras que quisiéramos poder retirar, relaciones rotas que hubiéramos manejado de otra manera, momentos de egoísmo que hirieron profundamente a alguien. Pero la vida que pudimos haber vivido, o lo que pudo haber sido, no es real. Dios conoce lo verdadero, y nos ama tal como fuimos y tal como somos. Su plan soberano siempre se cumplirá -a pesar de nuestros errores e imperfecciones- ¡y será mejor que cualquier plan que nosotros podamos imaginar!