Para cumplir la voluntad de Dios en nuestras vidas, debemos dejar de lado la negociación, la postergación y la pereza. Postergar la obediencia es desobedecer. Puede que nunca más escuches la voz de Dios como hoy. Cientos de oportunidades y milagros desaparecen si permitimos que “el ladrón del tiempo” entre en nuestra vida. Pero cuando estamos dispuestos a arriesgarlo todo por seguir nuestro llamado, no hay nada que Dios no pueda hacer en nosotros y a través de nosotros. Sólo los tontos y los necios usan el “mañana”. Hay que despertar, sacudirse el polvo y moverse, porque ni las intenciones, ni la oración, ni el ayuno pueden reemplazar a la acción. ¡Un mensaje retador!