Hoy recordaremos al primer cowboy que hizo girar entre sus dedos un rifle en lugar de un revólver porque “aguántame el cubata”: Marion Robert Morrison, John Wayne pa los indios . El pequeño Marion nació en Iowa el 26 de mayo de 1907. Su padre era mancebo en una farmacia y su madre una ama de casa de carácter difícil que nunca le dijo que no lo quisiera, pero le dio señales porque cuando su hermano pequeño nació le cambiaron el nombre a Marion Mitchell porque a la madre se le plantó en el jigo ponerle Robert al chico. En 1911 la familia se mudó a California para llevar una granja, que irte a California y arrendar una granja es como irte a Misuri y montar un chiringuito de playa. Ya de chico medía 1’93 y se levantaba a las 5 de la mañana para ayudar en la granja, se iba a la escuela en yegua y cuando volvía seguía ayudando en la granja, pero que no le pidieran que bajara a por el pan sin refunfuñar que eso no lo ha conseguido ninguna madre nunca. A pesar de ser buen estudiante y popular se metían con él por tener nombre de niña, así que adoptó el mote que le pusieron unos bomberos que llamaban “Bid Duke” a su perro y “Little Duke” a nuestro cowboy. Así sería conocido en la intimidad, en el bingo y en la peña. Sus padres se separaron cuando terminó la secundaria y su madre seguía sin decirle que no lo quisiera pero le dio más señales porque se llevó a su hijo favorito, Rob. Si a John Wayne no lo llega a becar la Universidad del Sur de California como jugador de fútbol profesional todavía estaría recogiendo Caquis. Mientras estaba en la Universidad, el entrenador le conseguía algunos trabajillos en el cine para ganarse unos dólares hasta que lo vio John Ford, que cuando se enfadaba se ponía como la Pantoja cuando la grababan. Ford le dijo al joven desconocido que lo placara y Marion lo placó, lo enmarcó y lo envolvió. La gente se quedó en plató como los congresistas del 23F, pero John Ford sabía que había encontrado a su hombre, nacía John Wayne. Su primer papel protagonista fue en 1930 en “The Big Trail” (“Los Bingueros” en español). Los especialistas de las escenas de riesgo de esta película y la yegua que lo llevaba al colegio lo enseñaron a cabalgar. El güisqui, las timbas de cartas y lo de “pasar una noche bárbara” se lo enseñaría el Emérito. En 1933 se casó con la panameña de clase alta Josephine Sáez, pero se llevaban peor que Kiko y Coto Matamoros y se divorciaron en 1945. Lo malo es que tuvieron 4 hijos y Wayne no le decía que no ni a un anuncio de tampones. En 1939, el wéstern “La diligencia” (“El cochecito Lerén” en Latinoamérica) logró convertirlo en una estrella de Hollywood con su inolvidable “Podrías necesitarme a mí y a este Winchester” y el giro de rifle como el que enciende un zippo. Incluso peleó por el Oscar, pero tuvo la mala suerte de que ese año se estrenó “Lo que el viento se llevó”. En esta época hablaba como Carlos Sobera, andaba como Lucky Luck y tenía tó la cara del actor que nos salva de la extinción en la serie de “Chernobil” En 1946 se casó con la mexicana Esperanza Baur pero John nunca iba con ella los sábados por la mañana al Ikea porque no perdonaba la quedada de los viernes con los colegas, porque Wayne pensaba que Esperanza era lo último que se perdía. Se divorciaron en 1954 y se casó con la peruana Pilar Pallete, que no tenía ni idea de quién era Wayne de cintura pa´rriba. En 1956 John Wayne ya era el actor mejor pagado de Hollywood y un hombre de negocios, produciendo su propio proyecto “El Álamo”, con el que perdió más dinero Atari con el videojuego de ET, el extraterrestre. En 1964 le extirparon un pulmón y parte del otro, pa pagar lo del primero. Aún así siguió trabajando y fumando, pero un poquito menos de las 6 cajetillas que quemaba el gachó al día, que iba andando y parecía una loseta de Nueva York. En 1969 le llegó el reconocimiento en forma de estatuilla dorada como mejor actor por su papel “Muy Wayne” de Marshall tuerto en “Valor de Ley”. A estas alturas, después de haber cotizado 19 años, Wayne había proporcionado a la industria unas ganancias de 400 millones de dólares. Pero hay otro John Wayne, Duke, el del principio, experto en tribus nativas americanas y la Guerra Civil de ellos, culto, con buen sentido del humor que recitaba de memoria las obras de Shakespeare y amaba a Dickens. Bueno, también era anticomunista, conservador y patriota pero flojito, nunca testificó contra ninguna figura de Hollywood durante la “Caza de Brujas” del macartismo aunque era el presidente de la Alianza Cinematográfica para la conservación de los ideales norteamericanos. En su última película “El último pistolero” su personaje estaba enfermo de cáncer y moría de un disparo por la espalda porque el director decidió que de frente nadie podía matar a John Wayne. Desgraciadamente, el 11 de junio de 1979, nuestro cowboy preferido nos dejaba a los 72 años de edad pero ustedes siempre podrán recordarlo cada vez que vean “Los Bingueros” o piensen que la Esperanza es lo último que se pierde.